Una alfombra de flores amarillas completaba los versos de un poema que el campo repetía, una y otra vez, cómplice del viento que la compartía con los caminantes y de la lluvia que llevaba su perfume en diminutas gotas de sol.
Una alfombra de flores amarillas completaba los versos de un poema que el campo repetía, una y otra vez, cómplice del viento que la compartía con los caminantes y de la lluvia que llevaba su perfume en diminutas gotas de sol.