Abrió su boca y dejó caer en el suelo todas las palabras que tenía guardadas. Lo que había escuchado, lo que había decidido esconder entre sus vasos para que se hiciera parte de sus entrañas de madera, emergió como lava caliente y espesa, liberando en el vacío el peso de los secretos ajenos. Apoyé mis manos sobre su cuerpo, la textura de su tronco dejaba escapar suspiros, sutiles y profundos, como de alivio. Supe entonces el secreto de los árboles.